viernes, 26 de septiembre de 2025

Buenos augurios.

 Algunos días parecen llegar a nuestras vidas con la promesa de ir colocando cada cosa en su sitio. Con la promesa de un “no sé qué” que se va manifestando en cada una de las cosas que nos van ocurriendo, desde las más pequeñas, en el transcurso de las horas.

Hoy ha sido uno de ellos: la sensación de hogar que siempre me tiene el café del desayuno me llegó a ese centro en el que la respiración se acompasa y que pocas veces está disponible para acoger la vida toda en un instante.

Después, he paseado con mi mujer por calles que nos son muy poco habituales y, sin embargo, gente que veíamos por primera vez en nuestras vidas, nos sonrió al saludarnos con la claridad, con la amplitud, de lo mejor que somos.

Más adelante, así por casualidad, nos hemos reencontrado con una pastelería que nos ha vuelto a hacer felices como nos hizo en los momentos más inocentes de nuestras vidas.

El segundo café lo tomamos en una de esas plazas amplias que, no sé bien por qué, siempre me resultaron tan agradables.

Las llamadas telefónicas que recibimos, todas ellas, parecían traer buenos augurios. Incluso la preocupación por algún asunto de salud que nos rondaba desde hacía algún tiempo, pareció disiparse con una de ellas.

En el camino de vuelta a casa, nos fueron acompañando por la carretera esas nubes blancas redondeadas y entrecortadas que hacen mucho más azul el cielo al contrastar con la limpieza de su blancura. Esas nubes que acompañan la llegada del otoño, igual que lo anuncian las balas doradas de paja que se extienden diseminadas por el campo como si alguien las hubiera ido dejando así para adornar el campo yermo que hasta dentro de unas semanas no recuperará el verdor de las siembras nuevas.

Por fin, hoy, la tarde, la noche, se fueron despidiendo amables, acogedoras, abrazándome en mi sillón con la temperatura justa, con la presión apropiada, dejando el sitio preciso para que mi libro se acomodara, para que éste me regalara algunas de esas pocas páginas por las que mereció la pena llegar hasta aquí.

Ahora, comienza a envolverme el sueño. Reconozco esta sensación mullida que me va suspendiendo poco a poco, que me va introduciendo en esa otra dimensión que me regala a veces, como despedida, el día a estas horas.

Sé que no todos los días son como éste, por eso agradezco tanto, cuando aparece, uno como el que ahora se apaga.

Jesús.

domingo, 21 de septiembre de 2025

Una noche de septiembre.

Me trae, de nuevo, al cuaderno, la tranquilidad de la noche tras un caluroso día de septiembre. Un día con ese calor que no llega a ser agradable, pero que no resulta insoportable.

Vuelvo al cuaderno sin un propósito definido, sin una intención concreta. No lo hago tampoco como ejercicio; sino, más bien , por el mero placer de escribir. Por el placer de sentirme mecido en las palabras, de sentir cómo el ritmo de mi respiración va alineando las ideas sobre el papel. 

Me hace bien sentir ordenado aquí dentro, antes de dormir, lo que durante el día, en medio de todo, en medio de todos, no pareció ser sino ajetreo, desorden; caos, incluso, a veces.

Tomar ahora el lápiz es como reconciliarse con la vida, como tomar consciencia del lugar que uno ocupa en todo esto, como el reinicio necesario para volver a empezar mañana.

Jesús.






miércoles, 17 de septiembre de 2025

HIJO DE LA RADIO

Yo debería tener cinco o seis años. Hacía poco que la fiebre del fútbol se había apoderado de mí con la intensidad con que la vida me hacía suyo aun en aquel tiempo.

Me fui a la cama temprano repasando fotos y leyendo a duras penas algunos nombres de futbolistas que aparecían en las páginas de un ejemplar del “As Color” que a veces me dejaba mi tío Antonio después de leerlo.

Era sábado por la noche, aunque la oscuridad estaba recién estrenada llevándose una de esas largas tardes en que el verano va dando sus últimos coletazos en septiembre, esa época híbrida en que se mezcla el final del verano con la vuelta al cole, en que se mezclan las vacaciones con el reinicio de la liga de fútbol y vuelven todas las rutinas que en el fin de semana ésta traía para la mayoría de los hombres de esa época.

A mi madre le debió parecer que yo estaba muy aburrido por haberme ido a la cama tan pronto y vino a verme con una radio-tocadiscos portátil que le había traído  a mi padre un amigo suyo que fue de vacaciones a Canarias.

Me dijo que muchos hombres escuchaban el fútbol por la radio. A mí se me abrieron los ojos como platos, dejé a un lado el periódico y fui siguiendo cómo ella, con una paciencia infinita iba girando despacio el botón plateado que movía el dial hasta encontrar una voz entusiasta que narraba el partido que el Sevilla jugaba aquella tarde y a mí, entonces, me dio un vuelco el corazón. Mi madre sonrió satisfecha, me acarició la cabeza y se fue dejándome en la cama con mi radio-tocadiscos y mi fútbol.

Al salir y quedarme solo, tumbé mi cabeza en la almohada, coloqué el aparato a mi lado junto a la cabecera, le puse una mano encima como si lo abrazara, cerré los ojos, y la voz, quizás la de Juan Tribuna, que narraba por aquella época los partidos para Radio Sevilla, me hizo verme en el estadio, ebrio de emoción, bañado por la luz de los focos, envuelto en la marea del público y viendo el partido. No lo imaginaba, no lo oía; lo veía, lo vivía.

Así debí quedarme dormido, con la radio puesta hasta que mi madre la quitara al darme una última vuelta antes de irse a dormir.

Aquella fue la primera vez. Desde aquel sábado, fui yo quien aprendí a buscar con paciencia algún partido de fútbol o algún programa en el que se hablara sobre él. Y así lo hice a diario. Desde aquella noche de sábado de un septiembre infantil, me he acostado todos los días con aquel sonido.

Esa costumbre me hizo descubrir después que el mundo de las ondas y las ondas del mundo eran mucho más amplias que un campo de fútbol y fueron apareciendo en aquel altavoz temas y personas muy diversas que han ido construyendo lo que hoy soy de una forma mucho más determinante que cualquier otra cosa en el mundo.

Después saldrían de aquel aparato la música, los programas de misterio, las telenovelas, los informativos, los debates, la política, la cultura, las confesiones de madrugada, … Pero todo comenzó aquella tarde de sábado con aquella idea que se le ocurrió a mi madre y que pudo, perfectamente, no haber tenido.

Tengo muchas cosas que agradecerle a mi madre; pero, desde luego, junto a aquella noche de octubre de 1961 en que ella y mi padre unieron sus cuerpos, lo que hizo ese sábado de septiembre fue lo más decisivo que nadie hizo nunca por mí. Gracias, mamá.

Jesús.

lunes, 1 de septiembre de 2025

Dolor.

Aquí, asomado al balcón de mi almohada, 

te veo respirar suave y me duele tu dolor

de esta tarde, el bocado en el pecho

el dolor que arrancaba 

la paz de tu gesto.


Aquí, asomado a la ventana de la noche

no quiero que las agujas del reloj

se claven en tu alma y desgarren tus ojos

y dejen caer ese manantial de lágrimas

que contiene el dique de tu pecho.


Que la arena del tiempo se pare,

que las estrellas y la luna sujeten 

al sol y no salga, que lo encierren en su casa.

Que la sístole y la diástole de este sueño puro

se queden sujetas para siempre en esta hora

al marcapasos que va contando los días tuyos.


Jesús.







lunes, 11 de agosto de 2025

MOMENTOS ETERNOS.

Todos esos momentos en que fuimos eternos

quedaron grabados en estas vagas estelas 

de nuestra larga singladura

que va desgastando el tiempo.


Todos esos momentos 

en que fuimos eternos, nos hacen eternos 

cuando volvemos a ellos, como a un salvavidas,

cada vez que estamos a punto de ahogarnos.


Jesús.

martes, 5 de agosto de 2025

Atardecer en el campo.

 Mueve sus ramas un pino centenario 

al son del aire que lo mece sobre mi cabeza.


Suena suave el viento entre sus ramas.


El ritmo unificador de la naturaleza

envuelve esta tarde que expira.


Suenan armónicas las voces 

de unos vecinos que cenan en paz.


El canto de las aves y el ladrido lejano de los perros 

añaden un remanso de vida a esta quietud silvestre.


Suena suave mi sentimiento entre las ideas.


Jesús.









jueves, 17 de julio de 2025

Oración.

 A veces, busco a Dios

y me encuentro conmigo. 


A veces, me busco a mí

y me encuentro con Dios.


Jesús.